La ciudad crece




Acrílico sobre tabla. 120 X 60 cm.


  El presente va abriendo camino al futuro, a veces a una velocidad que  el pasado es incapaz de asimilar. A lo largo de toda la historia ha ocurrido esto. Tras largas épocas de crecimiento lento, de vez en cuando la sociedad, la cultura y sobre todo la industria avanzan a pasos agigantados.
  Esto es lo que ocurre actualmente. La sociedad cambia a una velocidad que, de una generación a la siguiente, ya encontramos un abismo, aunque siempre habrá un punto de conexión.

 Lo viejo y lo nuevo conviven actualmente en nuestras ciudades y pueblos, luchando entre ellos, lo viejo lucha por persistir con dificultad ante continuos gigantes nuevos que emergen de las cenizas de los anteriores, y nacen con energías renovadas y aplastantes, que a menudo, se esfuerza en destruir sus propias raíces.

  Esta fuerza renovada es peligrosa. Debemos encontrar el equilibrio, crecer, pero escuchando nuestras raíces, preservando y cuidando nuestro pasado, pero sin dejar que este frene el incesante crecimiento. Buscar el equilibrio donde lo nuevo y lo viejo se conbinen para crear algo mejor.

Aprender de nuestro pasado, para no caer en los mismos errores.
Mejorar nuestra vida, nuestra comunicación, nuestra libertad.
No olvidemos la lucha de nuestros antepasados por estos derechos, y podremos ser fuertes en el futuro emergente. Si no lo intentamos, el poder de los avances, nos hará retroceder en derechos, cultura y libertad.

Preserva tu identidad pero no la superpongas a la de los demás.

Lavavajillas

  Oleo sobre lienzo. 162 X 130 cm.


 La sociedad occidental ha evolucionado mucho con respecto a la valoración y situación social de la mujer, sin embargo, apenas hemos rascado la superficie para adquirir igualdad de derecho y libertad cuando nos encontramos que por otro lado, siguen echando tierra sobre estos logros a través de los medios (cine, televisión, moda...), que siguen presentando un modelo de mujer frágil y dependiente.

Los roles a seguir en el hogar continúan siendo los tradicionales, encontrando innumerables casos de parejas heterosexuales en las que por defecto Ella se sigue ocupando de las tareas relacionadas con el hogar (cocina, limpieza, cuidado de los hijos...) aun cuando ambos trabajen.

Gracias a la lucha de muchas mujeres y hombres a lo largo de siglos, por fín la mujer ha salido oficialmente al mercado laboral, y tiene la posibilidad de estudiar, ser empresaria... pero su papel dentro del ámbito familiar no ha cambiado, la violencia de género sigue latente en nuestros días, con mujeres asesinadas a manos de hombres cada día.

El mayor peligro está en que permitamos que el modelo de mujer dependiente, que debe cuidar su imagen física para "gustar", mantener su hogar en todos los sentidos y sacrificar sus propios deseos e inquietudes por los de su pareja. Si permitimos que este modelo persista, volveremos sin darnos cuenta atrás, y las luchas pasadas, habrán sido en balde.

 Esta obra esta inspirada en una leyenda tradicional japonesa del periodo Edo.


El Fantasma de Okiku


Okiku era una joven doncella del palacio Sarayashiki Bancho.
Es pretendida por su señor, un respetable samurai llamado Aoyama Tessan.
Ella le rechaza repetidamente. Ante la negativa, el samurai decide tenderle una trampa.
La pone al cargo de la valiosa vajilla de porcelana coreana,
esconde uno de los platos y le pide que los entregue.

Aoyama le exige el plato que falta, ella tras contar una y otra vez desespera,
pues el perder una de estas piezas se considera una deshonra
y el castigo por ésta para una doncella es la muerte.
El samurai le ofrece el perdón a cambio de su amor,
Okiku le rechaza nuevamente, entonces éste enfurece y la tira al pozo.

Desde entonces, cerca del pozo se escucha la voz de la joven
recontando una y otra vez los platos, uno, dos, tres... y al de diez,
 suena un gran alarido de dolor y sollozos.